Carta para quienes les cuesta adaptarse a los cambios
Para ti…
Con especial atención atrae tu pensamiento y pósalo sobre ti, con esa serenidad natural con la que absorbes los días y las noches. Disfruta paciente el devenir de los sucesos y centra tus sentimientos y emociones en esa justa balanza que equilibra tu porvenir.
¿Acaso crees que tus días están contados o calculados? Intenta traducir el aire que respiras o descifrar la frecuencia de tus palpitaciones hasta alcanzar el ritmo que las dirige. Apuesta fuerte para que ésta iniciativa no se esfume entre tus dedos y debas recurrir otra vez a ser tu mismo. Evitar los acontecimientos es malgastar las horas y la vida en desear ajustar nuestro reloj interno a un control excesivo que sólo redundará en la propia frustración.
¿Qué controlamos en ésta vida? ¿Piensas que controlas tu vida? ¿Piensas que tu tiempo se direcciona entre tus particulares motivos? ¿Que esa frugal emoción que advertiste te pertenece por el sólo hecho de vivirla? Dime, ¿Cuánto convencimiento tienes al respecto de eso que tú llamas orden natural en el que sucede la vida?
No repitas sólo por obligación esos hábitos adquiridos que sólo tú ves y no soportas en su totalidad. Sé más observador de los cambios y califícalos en prioridades. Hay un tiempo para cada cambio y tu disposición depende mucho de ello. Depende de tus carencias, depende de tus apetitos, depende de tus deseos, depende de tus necesidades, depende de lo que te abruma, depende de lo que discriminas, depende de lo que sobreabunda; y no más de ti o de las meras circunstancias exteriores. Depende sólo de ti en grado superlativo y en su total y cabal decisión de realización.
Por ello manifiesta tu presencia en esa secuencia de sucesos e interpreta su devenir y su causa. Allí entenderás que necesitas experimentar el cambio para vivirlo a tu modo, según tu natural manera de vivenciar las cosas que te atañen y de la cual tú eres dueño y señor. No des por sentada la vida, acompáñala en ciertas ocasiones, porque muchas veces nuestra presencia real y absoluta es necesaria cuando la meseta se vuelve montaña, cuando dejamos la tierra y nos adentramos en la mar, cuando ya no queremos carretear y nos impulsamos al vuelo, cuando evitamos el calor y nos disponemos al frío.
Piensa que sólo será otra manera de experimentar y en ese ventajoso cambio, nuestra piel, nuestra mente, nuestro espíritu suelen relajarse y dejarse llevar, ya que todo cambio es un salto al abismo en el cual perdemos el control de lo conocido y nos sumergimos en el terreno de lo inhóspito y allí tendremos todo por descubrir y por encontrar. Encuentra gratitud en ello, todo cambio es un cambio de rutina y en ello nosotros también nos reformamos, y así como sucede fuera, sucede dentro y en ese adentro y afuera sucede nuestra vida. Esa vida que es graciosa y altanera en ocasiones y en otras nos aporta la templanza y la prudencia como tesoros preciados que no debemos olvidar.
Ten apetito del cambio porque jamás será negativo, no pienses en ello. Debes tener arrojo y desfachatez cuando vives algo nuevo, porque el coraje se conforma de ese aliento que no se vacila cuando se exhala; encuentra ímpetu y comienza una carrera ascendente por esa escalera que te lleva al otro lado del gran salto. Entiende que cuando sobrepasas el cambio se encuentra un verdadero propósito para ti, quizás uno de los más anhelados, pero te da miedo, alzas la mirada y todo tu cuerpo se enciende en incertidumbre y dudas sobre tu seguridad y reclamas ayuda para decidir, en caso de que realmente tengas la completa posibilidad de hacerlo; y sino el cambio te alcanza vacilante y tembloroso y no atinas a encontrar la nueva dirección y pierdes el rumbo.
En cualquiera de ambas posibilidades debes serenar tu temperamento y disponerte en alegría para entreabrir la nueva puerta que se encuentra frente a ti. No resistas el fluir de los acontecimientos, que ellos sólo te muestran que eres arcilla moldeable para un nuevo aprendizaje y que de ello dependerá tu madurez y tus triunfos.
Somos impermanentes mientras apostemos al tiempo y al espacio en que vivimos, encontremos entonces la auténtica permanencia en sabernos eternos en los tiempos que ya transitamos, porque somos dueños de esa experiencia y como poseedores ya no puede sernos quitado el recuento de nuestro bagaje y la riqueza que hemos cosechado. Así ya quedan menos espacios, circunstancias e instantes por recorrer.
Seamos constructores del espacio y el tiempo y allí entronemos nuestra soberanía interior para bien gastar lo vivido en una apuesta digna hacia ese futuro promisorio que reclama nuestro cambio.
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